(Leída el 28 de Marzo de 2023).
Todo empezó con una recomendación de Kindle. Y el comentario de Lee Child. Otro día hablo de Lee de quien ahora no tengo la mejor opinión; en el momento, me llamó la atención el entusiasmo del comentario. Bajé la muestra gratis de Kindle, pareció interesante. Al poco tiempo acompañé a mi hija a Kel, vi una copia, y me la compré. Ésta es la justificación. No conocía a Blake Crouch (no lo conozco), pero parece que escribió varios novelas, nouvelles, etc., con esa productividad admirable de los estadounidenses.
El tema es que este libro me decepcionó. Tiene un par de buenas ideas, pero sumergidas en un mar de clichés: las camionetas Suburban, la esposa de nombre español para darle un toque de exotismo a los ojos de los lectores anglosajones, la “family night” en la que comienza la trama del libro, y, lo más imperdonable de todo, la falta de evolución de los personajes. La esposa (la española que ya mencioné) y el hijo no son más que figuras decorativas, y eso que son el motivo por el cual sucede la trama.
Tiene un par de buenas ideas, pero sumergidas en un mar de clichés, malos diálogos, y personajes desdibujados.
Pero los personajes (todos los personajes, incluido el protagónico) no pasan de ser siluetas apenas dibujadas. Un amigo, Fernando, decía hace un tiempo: “El problema es que los personajes no evolucionan: empiezan la historia tres tipos con espiroqueto-Láser, y terminan la historia los mismos tres tipos con el espiroqueto-Láser”. Ni más ni menos. El prota empieza y termina exactamente en el mismo lugar mental a pesar de todo lo que le pasa. Los malos son previsibles. La argumentación de corte mecánico-cuántico aberretado, necesaria para clasificar a esta novela como de Ciencia-Ficción, no se sostiene ni un minuto. No sabemos por qué se llama Dark Matter; probablemente, al escritor le gustó como sonaba.
¡Los diálogos! Por Dios.
En fin. Un libro que vale la pena olvidar. Por suerte, ya pasé la página.